Curiosidades de la reproducción de las avestruces
El avestruz macho sabe rugir y gruñir como un león. Para conseguirlo, aspiran aire por el esófago, cierran fuertemente la boca manteniendo el pico apretado, y envían ese aire hacia el gaznate. El acceso al estómago se contrae para que el aire no se introduzca en él. Todo el cuello, desplumado y rojo, se hincha como un balón y suena un rugido profundo y se gran alcance, que parece advertir a los otros machos o a las hembras : “Estoy en mi reino”.
Cuando un avestruz macho está enamorado, se comporta de un modo no menos notable que nosotros, los hombres, en igual situación. Se yergue en toda su estatura, balancea las alas rítmicamente, oscilando a uno y otro lado, echa atrás la cabeza y se frota la nuca con la espalda. En dicha época del celo, su cuello y sus patas presentan un color rojo vivísimo. Para nosotros resulta cómica la actitud del ave más corpulenta del mundo, pero las hembras saben lo que con esto se da a entender y escapan jugueteando, mientras el macho las persigue con poderosas zancadas.
El avestruz macho tiene una intervención mucho mayor que la de fecundar los huevos; es un auténtico padre de sus hijos. Durante la puesta, escarba un hoyo en el suelo y se introduce en él. Las hembras ponen los huevos en su pecho y el macho los hace resbalar bajo su vientre con el cuello y el pico. El avestruz macho empolla desde las últimas horas de la tarde hasta las primeras de la mañana; mucho más, por lo tanto, que la hembra.Un huevo de avestruz pesa de 1,5 a 3 kilos, o sea el equivalente de 25 a 36 huevos de gallina. Por eso supone un esfuerzo asombroso para el polluelo de avestruz el romper esa cápsula tan dura a los 42 días de incubación.

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